Lunes 26 de septiembre de 2022.
Adaptación del evangelio del domingo XXVI del Tiempo Ordinario.
Había un hombre rico que comía grandes banquetes y vivía a cuerpo de rey. En la
puerta de su casa había un hombre pobre, enfermo, y hambriento, que pedía
ayuda. Pero no le daban ni las migajas. El mendigo, que se llamaba Lázaro,
murió y fue al cielo. El rico también murió, y fue al infierno. Y desde allí,
mirando hacia lo lejos, vio al pobre en el cielo.
Entonces le dijo: «¡Por favor, ayúdame!» Pero Abraham, que estaba en el cielo
con Lázaro, le dijo: «¿No ves que tú ya lo tuviste todo en vida? ¿No te
acuerdas de lo mal que estaba este hombre, y no le hiciste ni caso?» El rico se
dio cuenta. Y se arrepintió de no haberle prestado más atención. Entonces dijo:
«¿Puedes, por lo menos, avisar a mis hermanos, para que no cometan el mismo
error que yo?»
Abraham le dijo: «Pero si ya lo han oído mil veces».
El rico insistió: «A lo mejor si se lo dice un muerto lo creerán».
Abraham le dijo: «Mira, todos saben ya lo que Dios quiere: que las personas
cuiden unas de otras, que abran el corazón a los más pobres, y que compartan sus
riquezas. Si no lo entienden, es porque no quieren».
Comentarios
Publicar un comentario