13 de febrero de 2024
Martes 13 de febrero
de 2024.
Al bajar del autobús, camino del colegio,
Rodrigo paseaba todos los días cerca de una chabola; estaba hecha de ladrillos
viejos y maderas, con el techo de aluminio y las ventanas de plástico.
Sentados
en la puerta, unos niños de corta edad; el pequeño apenas balbuceaba dos
palabras nada más. Al ver a Rodrigo se quedaban embobados viendo sus bonitas
ropas y su cartera, y entre ellos murmuraban: ¡Qué feliz será ese niño, con
tantas cositas bellas y una buena cazadora que le calma del frío en el
invierno!
- Seguro que vivirá en una linda casita,
rodeado de gente que le quiere, tendrá juguetes y una cama dónde dormir. Tendrá
un colegio, una maestra que le enseñará del mundo todo lo más hermoso y le
contará historias. Podría ir al parque, al zoo y de excursión…
Rodrigo
escuchaba sus voces infantiles y el balbuceo del más pequeño, y su cara
inocente de niño tierno se llenaba de lágrimas y desconsuelo.
Rodrigo
volvió a aquella casita; un día un chaval le dio en su manita una figura de
madera que él mismo había tallado con un viejo cuchillo y muchas horas de
trabajo. Era la figura de un niño que él mismo había pintado: era un niño de
cabellos rubios y pelo rizado. La cara llena de bondad, que refleja un alma
limpia.
Al
cogerlo, Rodrigo lloró, al sentir la gratitud del chaval. Siguió paseando por allí,
hasta que un día se hizo mayor, dejó el colegio y se marchó, y nunca más
volvió. Pero en una estantería de su habitación guardada en un sitio muy
especial un tesoro, un tesoro de amor que un día le talló un chaval.
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