18 febrero de 2025

 

Martes 18 de febrero.

 ¡Buenos días! Hoy proponemos comenzar nuestro momento de oración de la mañana con esta relajación.

 

Podemos poner música tranquila mientras lo hacemos: 

https://youtu.be/T7zYsyPvYiY 

Nos sentamos buscando una postura cómoda… Cerramos los ojos y respiramos despacio, con calma…  Escuchamos tranquilos la música… Respiramos profundamente y muy despacio… Cogemos aire por la nariz… lo mantenemos un instante… lo soltamos lentamente por la boca. Invitamos a los alumnos a soltar los brazos y sentir su peso, soltar las manos y sentir su peso, soltar las piernas y sentir su peso, soltar los pies y sentir su peso…

Despacio, dejando tiempo para apreciar la sensación entre una instrucción y la siguiente. Respiramos unos instantes más mientras seguimos escuchando la música. 

Si se desea se puede leer este cuento para acabar.

Había un niño que tenía muy, pero que muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que perdiera la calma, que él clavase un clavo en la cerca de detrás de la casa.

 El primer día, el niño clavó 37 clavos en la cerca. Al día siguiente, menos, y así con los días posteriores. Él niño se iba dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal carácter, que clavar los clavos en la cerca.

Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y se lo dijo a su padre que no tenía que clavar ni un clavo en la cerca. Él había conseguido, por fin, controlar su mal temperamento.

 Su padre, muy contento y satisfecho, sugirió entonces a su hijo que por cada día que controlase su carácter, que sacase un clavo de la cerca.

 Los días se pasaron y el niño pudo finalmente decir a su padre que ya había sacado todos los clavos de la cerca. Entonces el padre llevó a su hijo, de la mano, hasta la cerca de detrás de la casa y le dijo:

 – Mira, hijo, has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron en la cerca. Jamás será la misma. Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter, dejas una cicatriz, como una herida, que estará siempre allí, en la otra persona.  Y una herida verbal es igual que una herida física. Como estos agujeros en la cerca. Aunque pidas perdón, sigue doliendo.

 Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte.

 Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron con que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter.

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